Jue. Abr 18th, 2024

A menudo se cree que la educación sexual consiste en una solemne explicación dada por los padres, o en algún curso especial sobre la materia. Este es un concepto muy pobre.
La educación sexual no consiste solo en saber de dónde vienen los niños. Comprende también todo lo que se refiere a las relaciones entre los sexos y lo que determina su puesto respectivo en el mundo.
Hacia los tres años, el niño empieza a darse más exacta cuenta de las diferencias entre el hombre y la mujer, y de los problemas relacionados con ellos. En esta edad, el niño no se cansa de hacer preguntas y su curiosidad es insaciable.
«Mamá, ¿por qué los niños no son iguales a las niñas?… ¿De dónde vienen los bebés?… ¿Por qué la mamá de Claudia tiene el estómago tan grande?… ¿Porqué?
A pesar de formular estas preguntas, los niños no se dan cuenta de que se refieren a un problema sexual, pero a ellos les parece importante conocer las respuestas.
Si el niño adquiere un concepto erróneo por las respuestas conscientemente equivocadas de sus padres, éste influirá más
adelante en sus primeras nociones sexuales y le hará concebir ideas equivocadas sobre dicho tema.
Seguramente cuando el niño se acerque a los cuatro años, preguntará de donde vienen los bebés. Es más sencillo y mucho mejor decirle la verdad, y no contarle historias como la de que los niños vienen de Paris o que los trae una cigüeña.
Un niño de tres años, cuya madre está embarazada, observando su silueta o sorprendiendo algunas conversaciones, puede llegar a sospechar el sitio en que se desarrolla el niño. Darle al niño alguna explicación distinta de la verdad que empieza a imaginar, es crearle una confusión, o preocuparlo inútilmente.
A veces los niños a quienes se les ha dicho la verdad, siguen haciendo preguntas. Puede ser que sus derivaciones confundan las dos o tres explicaciones distintas que se les hayan dado. Esto es natural. Los niños creen casi todo lo que oyen, porque su imaginación es muy fecunda y no intenta, como los adultos, distinguir la verdad de la mentira.
Los padres deben tener en cuenta que el niño no puede comprenderlo todo con una sola explicación, sino que va aprendiendo poco a poco, y con frecuencia pregunta cosas parecidas, hasta estar seguro de que sabe la verdad.

¿Qué le respondería usted a su hijo si él le preguntara de dónde vienen los bebés?
A esta pregunta del niño se debe responder de modo tan sencillo como el mismo hablado. Y sin conceder demasiada importancia al asunto. «Los bebés crecen en un lugar especial dentro del cuerpo de la madre, cerca del corazón. Por eso las mamás queremos tanto a los hijos».
Si esta respuesta satisface al niño, no es necesario decirle más, pero seguramente, después de unos minutos o de algunos días querrá saber algo más. Podrá preguntar «¿Y cómo entra en bebé dentro del cuerpo de la mamá?». Está pregunta dejará perpleja o al menos sorprendida a la persona a quien se dirija al niño, pero él no exige que le expliquen con detalle todos los misterios de la concepción o de las relaciones sexuales, pues todavía no tiene la menor idea de estos problemas. El se contenta con una respuesta sencilla. «Los niños son el desarrollo de una semillita, que está siempre dentro del cuerpo de la
mamá», puede ser la respuesta a esta nueva pregunta.
Pasarán muchos meses, antes de que el niño pregunte qué papel desempeña el padre. No se le debe decir a un niño de cuatro o cinco años, nada en relación con el acto sexual ni hablar de la parte emocional de él mismo.
Cuando el niño hace preguntas a este respecto, en realidad no se sabe de qué habla. Por eso es suficiente satisfacer la curiosidad, adaptando sencillamente la respuesta a sus posibilidades de comprensión.
A veces el niño puede preguntar: «Mamá ¿y por dónde salen los niños?». La respuesta puede ser: «hijo, cuando el bebé se
ha desarrollado ya lo suficiente sale por un orificio especial». A pesar de su gran curiosidad, el niño quedará satisfecho si las respuestas que obtiene de sus padres son dadas con naturalidad y la seriedad necesarias.
Generalmente, las preguntas que hace el niño, no llegan cuando sus padres las esperan, ni en la forma que suponen. Es necesario dominar el primer impulso y no regañarlo o hacerlo callar. Si es posible, es preciso responderle enseguida, con la respuesta más sencilla que se nos ocurra. Si no es posible, se la puede decir que espere, que le respondemos cuando estemos en casa. Aunque a los padres estos temas les parezcan molestos y delicados, para el niño son motivo de mera curiosidad.
Es frecuente que los niños hagan preguntas y llamen la atención sobre el hecho de que las mamás están en la clínica o en la cama, cuando nace un niño. Este puede ser un momento oportuno, o cuando se ha visitado un recién nacido, para dar a las preguntas del niño una explicación aproximada de la verdad.
Si los padres han respondido de modo satisfactorio a las preguntas del niño, él sabrá que más adelante, cuando deseé conocer más profundamente los problemas de la vida, podrá dirigirse a ellos con toda franqueza.
En este aspecto, la escuela puede ser también una gran ayuda, por ejemplo, cuando los niños reciben clases de biología y tienen un maestro amable y bien capacitado.

Por Marlyn Mejia

Periodista con experiencia en medios, presentación, coordinación y ejecución de programas de televisión. Comunicadora empresarial. Relacionista pública, organizadora de eventos y ferias. Ejecutiva comercial.

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